Un año más nos unimos a la peregrinación al Castillo de Javier. Allí vivió un gran santo, un hombre que llegó anunciando el nombre de Cristo hasta las puertas de China, san Francisco de Javier, el hijo predilecto de san Ignacio de Loyola. Son muchos los que peregrinan cada año hasta el Castillo de Javier buscando seguir sus huellas y poniéndose bajo el amparo y la intercesión de tan buen protector.

El Castillo de Javier, casa natal de Francisco, conserva en su interior numerosos tesoros que podremos descubrir. Entre todos ellos destaca una preciosa talla del s. XIII de Cristo Crucificado. Francisco de Javier acostumbraba a rezar ante la mirada de aquella imagen que ha sido bautizada como el “Cristo de la Sonrisa”. Cuentan que, en 1552, al mismo tiempo que Francisco de Javier moría al otro lado del mundo, la madera de la talla empezó a sangrar, como si fuera un signo de que también Javier se había asociado a la Pasión del Señor. Ahora, sin embargo, vive e intercede por nosotros desde el Cielo. San Francisco de Javier, ruega por nosotros.